"La imagen y semejanza de Dios en el hombre, creado como hombre y mujer (por la analogía que se presupone entre el Creador y la criatura), expresa también, por consiguiente, la «unidad de los dos» en la común humanidad. Esta «unidad de los dos», que es signo de la comunión interpersonal, indica que en la creación del hombre se da también una cierta semejanza con la comunión divina («communio»). Esta semejanza se da como cualidad del ser personal de ambos, del hombre y de la mujer, y al mismo tiempo como una llamada y tarea. Sobre la imagen y semejanza de Dios, que el género humano lleva consigo desde el «principio», se halla el fundamento de todo el «ethos» humano. El Antiguo y el Nuevo Testamento desarrollarán este «ethos», cuyo vértice es el mandamiento del amor [Dice S. Gregorio Niseno: «Dios es además amor y fuente de amor. Afirma esto el grande Juan: "El amor es de Dios" y "Dios es Amor" (1 Jn 4, 7. 8). El Creador ha impreso también en nosotros este carácter. "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13, 35). Por tanto, si esto no se da, toda la imagen queda desfigurada» (De hom. op. 5: PG 44, 137)].
En la «unidad de los dos» el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir «uno al lado del otro», o simplemente «juntos», sino que son llamados también a existir recíprocamente, «el uno para el otro».
" (Carta Apóstolica Mulieris Dignitatem Sn Juan Pablo II, 15.VIII.1988 No.7)
Reflexión con perspectiva josefina:
¿unidad de dos hombre y mujer?¡no será mejor decir unidad de tres Dios, hombre y mujer! ¡Si quien realmente une es Dios! ¿Puede haber unión sin la fortaleza del Dador de la vida? El hombre y la mujer solos se enamoran... pero el amor exige una fuerza que solo proviene de Dios.
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